El final de un sueño….


«Mi quinto hermano El-Ashshar, llamado también En-Neshshar, tenía las orejas cortadas, ¡oh Príncipe de los Creyentes!. Y era un pobre, que por la noche se dedicaba a mendigar y por el día vivía de las limosnas que de este modo había consegido. Y nuestro padre muy viejo, y cayó enfermo y murió, dejándonos setecientas monedas de plata, y cada uno de los hermanos tomamos lo que nos correspondía, es decir, cien monedas de plata.

Ahora bien, cuando mi quinto hermano recibió su herencia quedó perplejo y sin saber qué hacer con ella, y estando en la incertidumbe, se le ocurrió dedicar aquel dinero a la compra de artículos de cristal y venderlos con ganancia. Invirtió, pues, en cristalería sus cien monedas de plata, y colocando su mercancía en una gran bandeja, se sentó en un banco para venderla con la espalda apoyada contra una pared.

Mientras estaba sentado, se puso a meditar y empezó a decirse:

«La verdad es que todo mi capital consiste en estos artículos de cristal. Los venderé por doscientas monedas de plata y con estas doscientas monedas compraré más cristalería, que me valdrá cuatrocientas, y seguiré así comprando y vendiendo bosta hasta que haya amontonado una gran riqueza. Y entonces adquiriré toda clase de mercancías, y perfumes y joyas, hasta acumular una ganancia elevadísima. Y con ese dinero me compraré una hermosa casa, y mamelucos  y caballos y sillas de oro. Y comeré y beberé y no quedará cantora en mi ciudad a la que no invite en mi casa para escuchar sus canciones.

(Todos los cálculos los hacía mi hermano teniendo delante la bandeja con el cristal.)

Después – seguía pensando- enviaré a todas las casamenteras para que me busquen esposa entre las hijas de los reyes y visires. Y pediré por esposa a la hija del gran visir, pues he oído decir que está dotada de una belleza perfecta y de un atractivo sorprendente, y le señalaré como dote mil monedas de oro. Si el padre se manifiesta conforme, mi deseo se verá satisfecho, y si no da su consentimiento, se la raptaré por la fuerza a pesar suyo.

Y cuando esté de vuelta a mi palacio, compraré diez eunucos jóvenes y me ataviaré como los reyes y sultanes y me encargaré una silla de oro adornada con pedrería. Y, montado a caballo, precedido y seguido por mil esclavos, recorreré diariamente las calles y los zocos para distraerme, y la gente me saludará al pasar e invocará sobre mí las bendiciones. Luego iré a visitar al visir, que será el padre de la novia, rodeado de mamelucos que marcharán delante y detrás de mí. Y cuando el visir me vea, se levantará humildemente y me cederá su sitio, y él se sentará algo más bajo, porque yo seré su yerno. Entonces ordenaré a uno de los esclavos que entregue la bolsa con  mil monedas de oro, que constituirán la dote, y él la colocará delante del visir. Y yo añadiré otra bolsa para que se pongan de manifiesto mi espíritu generoso y mi excesiva munificencia, y para demostrar que las cosas de este mundo son despreciables ante mis ojos. Y cuando el visir se dirija a mí empleando diez palabras, yo le contestaré solamente con dos.

Y regresaré a mi casa y cuando se presente algún mensajero de parte del visir, le vestiré un rico traje y si viene alguno como regalo, lo devolveré y no consentiré aceptar nada de ningún modo. Luego, la noche de bodas, me engalanaré con el más rico de mis trajes y me sentaré en un diván cubierto de seda. Y cuando se presente mi esposa semejante a la luna llena, engalanada con sus joyas y atavíos; la ordenaré que permanezca de pie delante de mí, como hacen el tímido y el abyecto, y no me dignaré a mirarla a causa de lo arrogante de mi espíritu y de la gravedad de mi sabiduría, así que las damas dirán:

– ¡Oh, señor y amo nuestro!. ¡Henos aquí a tu disposición!. ¡Ésta tu esposa, o mejor dicho, tu esclava, solicita de tí una mirada amable, manteniéndose respetuosamente en pie delante de tí!. ¡ Dígnate concederle una mirada, pues esa actitud ya le va resultando fatigosa!.

Entonces levantaré la cabeza y la miraré, dirigiéndole una sola mirada, y volveré a inclinar la cabeza de nuevo. Y seguiré comportándome de este modo hasta que haya terminado la ceremonia de presentación. Y entonces la conducirán a la cámara nupcial. Y yo me levantaré de mi sitio y me dirigiré a otro aposento, y me pondré mi ropa de noche y penetraré en la cámara donde ella me estará esperando, y me sentaré sobre el diván pero no le dirigiré la mirada. Y las mujeres me instarán para que me acerque a ella, pero yo no escucharé sus palabras. Y mandaré varios criados a buscar una bolsa con quinientas monedas de oro y las repartiré entre ellos y ordenaré que se retiren.

Y cuando se hayan retirado me sentaré junto a la novia, pero a una digna distancia, para que ella pueda decir: «¡ verdaderamente éste es un hombre de arrogante espíritu!». Luego su madre vendrá a mí y me besará las manos y me dirá:

-¡Oh mi señor, dígnate mirar a tu esposa con mirada benigna, pues espera sumisa ante tí!.

Pero yo le contestaré. Y la madre me besará los pies una y otra vez, y dirá:

-¡Oh mi señor!.¡Mi hija es joven y no  ha visto más hombre que tú, y si la rechazas se le romperá el corazón!. ¡Inclínate pues, hacia ella, y háblala, y calma su espíritu!.

Y yo la miraré entonces con el rabillo del ojo y le ordenaré que se levante ante mí para que guste el sabor de la humillación y sepa que yo soy el sultán del tiempo. Y la madre me dirá:

-¡Oh mi señor!.Ahí tienes a tu esclava. ¡Ten compasión de ella y muéstrate benévolo!.

Y ordenará a su hija que llene una copa de vino y me la acerque a los labios. Y entonces mi esposa dirá:

-¡Oh mi señor!.¡Por Alah te conjuro para que no rechaces la copa que te ofrece tu esclava, pues en verdad que tu esclava soy!.

Pero yo no contestaré. Y ella me instará para que beba y dirá:

-¡Debes beber.-Y acercará la copa a mis labios-

Y entonces le daré una bofetada y un puntapié, así….»

Y al decirlo dió una patada a la bandeja de cristal. ¡Y la bandeja cayó del banco al suelo con todo lo que había en ella, y toda la mercancía se hizo añicos! «

~ por sibil.la en 2 diciembre, 2008.

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